El amor y la química del cerebro

Todos nos conmovemos o sentimos algo romántico cuando vemos la figura clásica de un corazón rojo
El problema es que los publicitarios se han equivocado de órgano. En realidad deberían haber llenado nuestras vidas de cerebros rojos como símbolo del amor, pues es ahí ‘arriba’ donde se desencadena la tormenta química de los sentimientos de amor y atracción por la persona amada.
Más allá de la poesía, los arrebatos románticos y las frases cursis bajo la luz de la Luna, el amor es un fenómeno neurobiológico complejo e integral que involucra diferentes partes del ce rebro
Además de que repercute en el organismo y proporciona una gama de sensaciones que van desde placer y gozo, hasta melancolía, obsesión y depresión.
Dado que el amor es un asunto biológicamente complicado y resulta difícil atribuirle a una sola sustancia química todo este abanico de sensaciones; sin embargo, sabemos que dos de ellas están íntimamente ligadas a estos furores: la oxitocina y la vasopresina.
Hace apenas 20 años que la ciencia le presta atención al amor, y a pesar de que la ‘receta’ hormonal y fisiológica que lo provoca parece estar bastante clara, sigue existiendo una parte que ni la neurología, ni la psicología, ni la psiquiatría, ni la biología juntas son capaces de explicar de momento. Los románticos pueden estar tranquilos.
“Cada día se sabe más del amor”, señala el psiquiatra español afincado en Nueva York Luis Rojas Marcos. “Antes nos habíamos centrado sobre todo en el estudio de las enfermedades, pero hace un par de décadas que también nos ocupamos científicamente de esos sentimientos que nos ayudan a superar la adversidad, a ser más felices”.
En ese intento por desentrañar qué hay detrás del enamoramiento, los científicos han descubierto que el amor es un cóctel de hormonas (adrenalina, dopamina, serotonina, oxitocina y vasopresina), que ponen en funcionamiento regiones concretas de nuestro cerebro
Siguiendo las explicaciones de Helen Fisher, antropóloga de la Universidad de Rutgers (EEUU) y una de las personas que más han estudiado esta cuestión, cada una de las hormonas juega un papel clave en las distintas fases del amor (deseo, atracción y cariño), y son también las responsables de que las mariposas en el estómago evolucionen con el tiempo hacia sentimientos de pareja más pausados.
Según esta especialista, la primera fase del amor (deseo) está guiada por la segregación de hormonas sexuales tanto de hombres como mujeres: estrógenos y testosterona, sustancias que inducen en el organismo sensaciones similares a las que sienten los consumidores de opiáceos. La adrenalina, por su parte, es la responsable de que el corazón se acelere, la boca se seque y las manos se empeñen en sudar por su cuenta, igual que en otros escenarios de estrés para el organismo.
Sólo en un segundo momento (atracción), se pone en juego la dopamina, la sustancia que segrega nuestro organismo en situaciones placenteras, como las relaciones sexuales, comer chocolate o practicar nuestro deporte preferido
En el año 2000, un estudio de Arthur Aron (de la Universidad Stony Brook de Nueva York, EEUU) reveló mediante escáner de cerebro que las personas que se encuentran en esta fase inicial del enamoramiento tienen una intensa actividad en la secreción de dopamina.
En su tarea de ‘enganche’ emocional con la persona amada, la dopamina tiene dos aliadas clave: la serotonina y la oxitocina. Estas dos hormonas son las encargadas de ‘estrechar lazos’ con el otro en el sentido más primitivo de la cuestión. Las madres, por ejemplo, segregan un caudal de oxitocina durante el parto que les ‘ata’ emocionalmente con sus crías. Es la hormona del apego
Junto a ellas, la vasopresina hace que los sentimientos iniciales de pasión y deseo evolucionen hacia una fase más sosegada, en la que prima la unión emocional y el sosiego, algo parecido a lo que ocurre entre el noviazgo y el matrimonio.
Esto tendría un significado evolutivo; para poder criar a la descendencia y asegurarse la persistencia de la especie, es necesario que la lujuria y el amor romántico den paso a una situación más estable.
Sin embargo, no todo está perdido para la pasión. Un reciente experimento de la Universidad de Santa Barbara (EEUU) realizado por Bianca Acevedo con parejas ‘veteranas’ que seguían enamoradas como el primer día demostró que tenían niveles de dopamina similares a los de recién enamorados.
Y aunque este fenómeno parece ocurrir sólo en un pequeño porcentaje de las parejas, no hay que desesperar!!! para el resto de los mortales existe un modo ‘artificial’ de aumentar la dopamina por ejemplo hacer cosas nuevas con tu pareja , volver a jugar , o realizar juntos cualquier actividad placentera puede desencadenar sentimientos de romanticismo y despertar la pasión”.

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